Breastfeeding In A Border Town

Alejandra Apolinar, with English translation by Véronique Lesoinne

We say that human milk is the natural way to feed babies; even so, the experiences that each mother lives has a great impact on the way she will conduct her motherhood. We are in the countryside surrounded by nature, and we do what is natural, because we sow, harvest, and produce food, although today there is the influence of processed food companies in these places. On the other hand, because of the accelerated pace of life in the city, it is possible that solutions are sought to maintain this pace and that these solutions are not exactly what babies need.

I firmly believe that the work we do at La Leche League awakens the instinct that each person has for observing and getting to know their babies, for parenting them in a conscious way by attending to their needs.

Child carried in a robozo While grocery shoppingI spent eight years working as an LLL Leader on the Mexican border, specifically in the city of Reynosa, Tamaulipas. The group met once a month and occasionally we held activities such as World Breastfeeding Week. The city has much cultural diversity since families come to live here from other states such as Veracruz, San Luis Potosí, Oaxaca, among others; they bring with them customs and traditions that enrich the local culture, and at the same time, they learn other customs. A fact that I found curious to learn in one of these massive events, is that when these people migrate to the city, they begin to substitute the stroller for the rebozo [traditional shawl, often used to carry babies and small children], the walker for the floor and the formula for the breast. They do so with the idea of becoming “fashionable” in the city, of not looking “rural” as they say, in short, to fit in.

During these events where I had contact with families from different parts of the city and social strata, I also heard myths about milk production or how it changes after eating certain foods such as lemon; they said that eating lemon makes the milk curdle or that women could not have sex because they were breastfeeding. The family that told me this was very firmly convinced of this belief. They believed that just as cow milk curdles with lemon, this would happen with the milk inside the woman’s body and then that would cause colics and crying in the baby.

Another belief is that they need to use commercial milk formula to supplement their babies’ nutrition. I was very surprised to hear young daughters, most of them between 16 and 18 years old, discussing the subject with their moms (the grandmothers) who affirmed that babies do not need anything more than chichi[common informal term in Mexico for breast, especially in relation to nursing]. Those grandmothers who had grown up in rural environments, seeing other women breastfeeding, wanted to pass on this knowledge, but the young women who were now becoming mothers, defended what the doctor at the hospital told them or what they saw being used in the city and so decided to opt for the “modern” behavior. At the end of such events, I was happy to see these mothers smile as they listened to the information based on scientific evidence and to feel them open to learn and know more about breastfeeding and natural parenting.

At the end of the day, the work we do as Leaders also involves respecting these beliefs that have been passed down from generation to generation and making use of our communication skills to bring families closer to myth-free information.


Lactancia en la frontera

Alejandra Apolinar, Líder de la Liga de La Leche Intercultural.

Decimos que la leche humana es la manera natural de alimentar a los bebés; sin embargo, las experiencias que cada madre vive tienen gran impacto en la manera en que llevará su maternidad. Estamos en el campo rodeadas de naturaleza y hacemos lo natural, pues sembramos, cosechamos y producimos el alimento, aunque hoy en día haya influencia de las empresas de alimentos procesados en estos lugares. Por otro lado, por el ritmo acelerado de vivir que se lleva en la ciudad, es posible que se busquen soluciones que permitan mantener este ritmo y que dichas soluciones no sean precisamente lo que los bebés necesiten.

Creo firmemente que el trabajo que hacemos en la Liga de La Leche despierta el instinto que cada persona tiene para observar y conocer a sus bebés, para criar de forma consciente al atender sus necesidades.

Group of parents and Leaders with their kidsEstuve trabajando ocho años como líder de LLL en la frontera de México, específicamente en la ciudad de Reynosa, Tamaulipas. El grupo se reunía una vez al mes y ocasionalmente realizábamos actividades como en la Semana Mundial de la Lactancia Materna. La ciudad tiene una diversidad cultural ya que aquí vienen a vivir familias de otros estados como Veracruz, San Luis Potosí, Oaxaca, entre otros; traen consigo usos y costumbres que enriquecen la cultural local y, al mismo tiempo, aprenden otras costumbres. Un dato que me pareció curioso conocer en uno de estos eventos masivos, es que estas personas cuando migran a la ciudad empiezan a sustituir el rebozo por la carriola, el suelo por el andador y el pecho por la fórmula. Lo hacen en la idea de ponerse “a la moda” de la ciudad, por no verse de “rancho” como expresan, es decir, por encajar.

Durante estos eventos donde pude tener contacto con familias provenientes de distintas partes de la ciudad y estratos sociales, también escuchaba mitos sobre la producción de leche o cómo esta cambia después de comer ciertos alimentos como el limón; afirmaban que el comer limón “arrancia” la leche o que la mujer no podía tener relaciones sexuales por estar amamantando. La familia que me comentó esto se mostraba muy firme y convencida de esta creencia. Creían que al igual que la leche de vaca se corta con el limón, esto sucedería con la leche dentro del cuerpo de la mujer y entonces eso le origina los cólicos y el llanto en el bebé. Otra creencia es que necesitan usar la fórmula láctea para complementar la alimentación de sus bebés. Me fue muy sorprendente escuchar a las hijas jóvenes—la mayoría tenía entre 16 y 18 años de edad—discutir el tema con sus mamás (las abuelas) quienes afirmaban que los bebés no necesitan nada más que la chichi. Esas abuelas que crecieron en ambientes rurales, viendo a otras mujeres amamantar, querían heredar este conocimiento, pero las mujeres jóvenes que ahora recién se convertían en madres, defendían lo que el o la doctora en el hospital les decían o lo que veían que se usaba en la ciudad y entonces decidían optar por lo “moderno”. Al término de estos eventos, me daba gusto ver a estas madres sonreír al escuchar la información basada en evidencia científica, notarlas abiertas a aprender y conocer más sobre lactancia y crianza natural.

Al final de todo, el trabajo que realizamos como líderes también involucra respetar estas creencias que han pasado de generación en generación y hacer uso de nuestras habilidades de comunicación para acercar a las familias a la información libre de mitos.


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